Jardin seco

Con la excusa de evitar las aglomeraciones por las Olimpiadas de Tokio 2020 (o por si después no pudiésemos ir… ¡menuda premonición!), adelantamos un año nuestro viaje para disfrutar del Hanami justo en el momento del anuncio de la era Reiwa.

Desde que embarcamos con la aerolínea ANA en Alemania rumbo a Haneda empezó lentamente nuestra japonización: las tripulantes de cabina eran unas maikos con uniformes de azafata en lugar de kimonos que, de bienvenida nos regalaron un video con escenografía kabuki para explicarnos las medidas de seguridad aéreas y, sin aparente esfuerzo, hicieron del vuelo nuestra primera experiencia zen y aterrizamos en modo Lost in Translation.

Mi Japón soñado lo encontramos en las performances de picnics que celebran la aparición de la flor del cerezo, en la comida de cera (o de plástico) de los escaparates de los restaurantes, en las linternas de piedra cubiertas de musgo, en las estatuas de los komainu protectores, en la estatua del Buda gigante de Nara, en la figura de Hello Kitty del photocall del Sinkansen, en los zorros guardianes del santuario sintoístas Fushimi Inari, en los frikis tanukis dotados de testículos gigantes colocados a las puertas de las casas, en los shimenawa que adornan los torii de madera rojos y grises de hormigón, en el akita de bronce Hachiko subido a un pedestal en Sibuya, en los Jizo con gorro de ganchillo, en los adornos de origami de los templos, en las cuerdas que ataban los árboles, en los muñecos-amuleto con forma de daruma o de manneki-nekko de souvenir, en las calabazas gigantes de Naoshima… y en el luminoso jardín seco 1de Kennin-ji en Kioto.

Es muy difícil explicar la sensación de asomarte por primera vez a un jardín Zen y hasta puede llegar a parecer arrogante intentarlo o decir que comprendes el sentido escultórico de unas piedras. La visita comienza dejando tus zapatos a la entrada del templo en un nivel inferior al de las estancias por las que vas a caminar y, sin saberlo, con esta señal de respeto e higiene, tu mente de turista cambia a la de huésped. En el interior, tus calcetines te deslizan sobre los tatamis a través de espacios con distintos matices de opacidad y penumbra que invitan al susurro. Cuando piensas que estás descubriendo el enigma de la sombra2 con los biombos dorados y las pinturas de dragones, cerca de las correderas, se asoma la luz del exterior, vetada por la presencia de los grandes voladizos del tejado y en ese momento, igual que abandonaste tu calzado, te sorprendes entregándote a la estética del paisaje silencioso creado para la meditación.

De esa forma sutil nos conquistó la armonía con la que estaba dispuesto el jardín, sin comprender su esencia ni la ideología Zen, ni el sentido simbólico de las piedras para expresar la naturaleza y el universo, en el jardín escenario nos quedamos sentados y descalzos sin importarnos el frío, ni el hambre, contemplando en calma una escultura de arena, grava y rocas3 de inigualable belleza y sencillez.

Abandonamos Japón enamorados del país, deseando regresar en todas las estaciones y nos tomó por sorpresa que, al ser Luthansa la compañía encargada del vuelo de vuelta, nos devolviese a Europa con tanta brusquedad: hizo desaparecer a nuestras azafatas-geishas y el maravilloso video kabuki con los consejos de seguridad (¡qué tantísimas ganas tenía de volver a ver!) En venganza, saludamos con silenciosas reverencias, rechazamos sus salchichas de menú de aerolínea eligiendo el catering japonés para prolongar nuestras prácticas con los palillos, sintonizamos una película sobre la ceremonia del té y ¡nos descalzamos! Adormilada en algún momento de las 12 horas y 40 minutos de vuelo, entre tantos nuevos recuerdos, se me coló uno del último día de nuestro primer viaje juntos. En aquella ocasión, y mucho más jóvenes, dejamos para el final la visita al Pabellón Alemán de Mies van der Rohe4. Con la caminata y el calor de mayo en Barcelona, nuestros pies hubiesen agradecido la costumbre japonesa de airearlos paseando entre sus paredes de ónice y mármol verde de los Alpes pero, llegamos tarde y no pudimos entrar. Aplicamos la filosofía de menos es más, nos asomarnos a las vidrieras e intuimos la estatua de bronce de el Amanecer5 emergiendo del estanque trasero como una alegoría al sol naciente que para nosotros, por llegar al atardecer, a la hora mágica de Malick, se convirtió en una magnífica puesta de sol de despedida.

Cansada, con el asiento reclinado y arropada por la manta, me convertí en una durmiente soñadora que germanizó e hispanizó todo lo nipón: convertí el video del teatro kabuki en el ballet triádico de la Bauhaus6, el jardín japonés se instaló en Pabellón Barcelona donde Alfonso XIII cedía la silla Barcelona7 al actual emperador del trono del Crisantemo y a la entrada del pabellón, en los montones de zapatos de los turistas, los Reyes Magos habían dejado de regalo los kanjis de la era Reiwa porque su significado es hermosa armonía.

  1. Se trata de un jardín-escena, de dimensiones limitadas. La arena rastrillada representa el mar, en torno a las rocas se rastrilla en anillos, como si estas formaran ondulaciones en el agua. En el resto del jardín, se rastrilla en paralelo a la plataforma. Son jardines creados para la contemplación, desde una plataforma superior, y no para pasear. Aquí algo más sobre el paisajismo zen 

  2. Muy recomendable el ensayo de Tanizaki El elogio de la sombra

  3. Las culturas asiáticas amontonan piedras como símbolo de equilibrio interior(los ovoos). En Escocia e Irlanda también existe esta costumbre, son los Cairns al igual que los apachitas Argentina y Perú. 

  4. Mies no obtuvo el título de bachillerato. Era hijo de un cantero y de él aprendió a conocer los materiales. Su vida laboral empezó con 15 años diseñando cornisas. Sus frases célebres son “menos es más” y “Dios está en los detalles” 

  5. Esta escultura era la pareja de otra titulada Noche. Kolbe representaba la figura humana por influencia de Rodin. Su ubicación el el extremo del estanque multiplica el espacio porque se refleja en el agua, en el mármol y en los cristales, además sus curvas contrastan con la geometría del edificio, este uso de la estatua crea un efecto escenográfico para re orientar la mirada a la arquitectura. 

  6. ¿No es una casualidad que los trajes diseñados para el ballet estén basados en las formas geométricas: círculo, cuadrado y triángulo y que el jardín de paisaje seco del templo más antiguo de Kioto: Kenninji, ubicado justo después del teatro, se base también en el círculo, cuadrado y triángulo que se consideran la conceptualización del universo? (como decía Mies: Dios está en los detalles) 

  7. Lilly Reich, socia y compañera de Mies van der Rohe, diseñó especialmente para el Pabellón Barcelona, una silla a base de piel y perfil metálico como trono para la recepción de los Reyes de España, que en la actualidad es un icono de la modernidad. 

Bonsái

Bonsai Boeking

Pino blanco japonés, Pinus parviflora, muy apreciado como bonsái para exterior por su atractiva corteza y sus agujas cortas.

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